jueves, 6 de mayo de 2010

"Los Prisioneros"

Me copio de Rocha y voy a postear el cuento que tuve que hacer para literatura. No respeté la consigna, porque la misma, obligaba diréctamente a utilizar el mismo argumento y estructura que Noche Boca Arriba solo que con acontecimientos distintos.
Lo hice apurado, la noche anterior, no lo pude revisar mucho y podría pulirlo mucho más (de hecho, se me mezclaron muchas ideas mientra que lo escribía, y tendría que cambiarlo mucho, incluso el final). Pero quiero presentarlo tal cual como se lo dí a la profe.

"El joven Áetos miró sin ilusión el brillante mar a través de la ventana de su cuarto-celda. Hace ya tres días que no comía otra cosa más que pan ni bebía más que agua y ya no albergaba ningún tipo de esperanzas respecto a su situación. Si no querían invertir más en él, era porque la ejecución estaba próxima. No es que le extrañase, en el fondo siempre supo que iba a terminar así; no es que le extrañase, pero sí lo atemorizaba, más bien; le producía un profundo terror; una horrible sensación de algo pastoso, repugnante y maligno, reptándole por el estómago, el esófago, hasta la garganta, hasta que sentía el sabor de la bilis en el paladar, algo viscoso e inmundo entre los dientes, ahogándolo, asfixiándolo hasta la casi inconsciencia; hasta que vomitaba. Y vomitaba. Y vomitaba.
Pero la otra alternativa... nunca. La conversión era una idea que se negaba a aceptar. Él era ateo y no pensaba renegar de algo tan fundamental para él como sus más básicos principios. Si tan solo pudiera escapar… ser libre… daría todo por ser libre…

 Se despertó sobresaltado, transpirando pese al frío, y totalmente desvelado. Miró por su ventana, aquel único resquicio de cordura que le permitían en su aislamiento, y descubrió que aún era de noche. No recordaba nada de lo que había estado soñando pero, inmediatamente, y de una forma confusa, como si fuese algo que ya se hubiese estado formando, una idea tomó cuerpo en su mente… ¿y si era verdad? ¿Y si era verdad que existía un infierno, y que unos pocos y sencillos ritos lo salvarían de una condena eterna de llamas y tormentos? Al fin y al cabo, para él, no significaría nada… tonterías. Supersticiones, el encierro ya lo estaba trastornando… si tan solo pudiera huir de ese lugar... huir a la isla de su infancia, sin tribunales, ni inquisiciones… Sería mejor seguir durmiendo, al menos, en ese mundo, todavía era dueño de sus propios actos… allí, al menos, no era prisionero, ni estaba condenado a muerte…

Observó el alambre, retorcido con el fin de causar el mayor daño posible. Él era Irwin (o más bien, su nombre era Irwin) y observaba con fijación, ajeno al entorno, como los depredadores escrutan a una presa, al alambre, retorcido con el fin de causarle el mayor daño posible, a él. Y a los suyos. Y detrás de la alambrada; a los cadáveres. La montaña de cadáveres. No, cadáveres no, porque ese término refiere a cuerpos humanos sin vida, y aquel cúmulo amorfo de carne, miembros mutilados, pellejos y huesos quebrados no representaba nada humano, nada que pudiera ser concebido como humano. Nada de eso se asemejaba en lo más mínimo a la figura hermosa de su hijo Isaac. No, no podía concebirse una relación entre el flaco cuerpo de su hijo, entre sus bracitos pequeños de chico de 9 años, y aquel montículo podrido y pegajoso, donde ponían huevos las moscas bajo el sol inclemente. Y aún así, Irwin observaba al alambrado, y aún más allá; con una mirada desencajada de odio, y con las mandíbulas apretándose hasta el dolor.

 ¿El infierno? ¿Existía realmente ese lugar? No podía creerlo… pero ya había escuchado hablar de eso… lo había considerado palabrerío inútil, pero… se decía que muchos salvajes americanos, amaestrados por los españoles desde la infancia, poco antes de morir, tenían horrorosas visiones del infierno, que los llevaban a la conversión… pero… ¿sería posible? ¿Podía creer él, Áetos, orgullo del Egeo occidental, gran astrónomo y científico, y por sobre todo, ateo; creer en algo así? Sólo había sido un sueño algo más vívido de lo normal. Y el infierno no debía preocuparle, una infantilidad en comparación con su verdadero problema, su verdadera crisis: el fin de su mente racionalizadora y analítica, la eliminación de su ser empírico, la supresión de sus sentidos; su muerte.

No camina; arrastra los pies lentamente, sin prisa, trazando un camino entre la ceniza. No tiene demasiada importancia, ya nada la tiene. Ya no piensa. Solo desea. Tiene un solo pensamiento en la cabeza, que lo colma, que lo llena plenamente. Solo espera, no debe faltar mucho. Nada era más fácil en ese lugar que morirse.

 Áetos cierra los ojos una vez más, mientras las llamas le cosquillean los pies y un cura recita sus títulos de hereje y heresiarca, con la esperanza de volver a su último sueño, a aquella libertad, a escapar de la muerte.


Irwin cierra los ojos una vez más, mientras un médico inglés lo cubre con una manta y le recita sus promesas de vida y normalidad, con la esperanza de volver a su último sueño, a aquella libertad, a la paz de la muerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Soundtrack


1 Ando Ganas 2 Arde la ciudad 3 Un Poco de Amor Francés 4 A Veces 5 Lo que me Mata 6 Todo Pasa